Dice el dicho: "Nunca grites tu felicidad tan alto. La envidia tiene el sueño muy liviano...
Ser feliz es una decisión de vida. La vida nos trae adversidades y depende de la
perspectiva y la actitud con que las tomemos, podemos crecer y alimentar el
alma, o entristecernos y amargarnos.
Cuando vemos una persona feliz, contenta, llena de vida, lo primero que
pensamos es cuán fácil le ha sido la vida y seguramente ha recibido todo en bandeja
de plata; nunca ha tenido problemas.
La mayoría de las veces la envidia surge de
manera natural y automática, aunque lamentablemente casi siempre está equivocada.
Por lo general, esas personas que deciden ser felices,
lo son justamente porque por el contrario, han tenido una vida con situaciones
difíciles y las han enfrentado con una actitud positiva, de no dejarse vencer y
por lo tanto han decidido que van
a estar bien no importe lo que pase.
El
NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA es el mantra de su existir.
Hay mucha gente feliz que en su infancia fue
molestada, “bullied” en la escuela, llevando apódos groseros de sus compañeros
y recibiendo de sus maestros o de sus familiares, expresiones como –No sé qué
voy a hacer con esta chiquita, no se queda quieta nunca y pregunta y pregunta.–
Simplemente esa curiosidad la conlleva a situaciones insoportables que la única salida es la introspección y
buscar ser amiga de sí misma.
Traslada a la adolescencia el estigma de “siempre
haciendo problemas” y a través de los años lentamente se convierte en rutina el ser
retada por todo y por todos. Si hace, ¿por qué hace? Si no hace, ¿por qué no hace? No hay manera de quedar bien y complacer a los
demás.
En mi caso en particular, antes de encerrarme en mí
misma y crearme una cárcel mental, como medida de
supervivencia empecé a escuchar mi voz interna y a juzgarme yo. Decidí
que yo hago lo que está bien para mí.
Cárcel Mental. ¿Cuántos de
esos niños y adolescentes, han caído en no poder pensar, no poder soñar, no
poder ser ellos mismos porque la sociedad los señala y les dicta quiénes deberían
de ser? ¿Cuántos de ellos llevan en su
vida adulta esta rutina y viven su vida en la cárcel mental?
Ya la sociedad de por sí nos envuelve en lo que debemos TENER, en qué tenemos que
HACER para vivir bajo las expectativas de nuestro ambiente y poder sobrevivir.
El salirse de esta cárcel mental es una decisión. Simplemente eso- una decisión. Es un cambio de actitud. Hoy día vemos mujeres en jaulas de oro
desesperadas por salir a volar y empezar una vida más simple tal vez, pero más
auténtica.
“Si lo
soñamos, lo podemos lograr” dijo J.F. Kennedy Y así es. Si soñamos y estamos convencidos que todo es posible, sí se puede.
Es sabido y confirmado que “lo que tenemos en la
cabeza entre las dos orejas” - cerebro y mente- es nuestro y nadie nos lo puede quitar. La imaginación y nuestros pensamientos son
propios.
Nos pueden quitar cosas, trabajo, libertad de
movimiento. La imaginación, y el
pensamiento, no nos los pueden quitar si no lo permitimos.
Las piedras en el camino también pueden ser escalones para
subir, materia prima para esculpir y sobretodo material para construir. La
alternativa para liberarse de esa cárcel mental está ahí, es nuestra decisión.
La fortaleza
que adjudicamos a las personas que a pesar
de todas las adversidades han decidido ser felices, se resume casi siempre al que
han empezado a escuchar más fuertemente su voz interna, le han dado más importancia a su intuición y a
su instinto. Esa es la voz más poderosa. Esa es la que está conectada con Dios. Esa es la que se acuesta con nosotros todas
las noches, se despierta con nosotros cada mañana y nos acompaña durante todas
las horas del día.
Esa voz es la que nos guía, la que nos pausa, esa es
la voz interna que agradece y abraza absolutamente todo. Esa es la voz que sabe que no importa lo que
pase, vamos a estar bien. Esa es la voz que va creciendo en nosotros en un
mundo lleno de adversidades que escucha constantemente el “no se puede”, el “¿otra
vez haciendo problemas?” A veces para
algunos, para más de los que nos imaginamos, todo es hacer problemas:
El cuestionar es hacer problemas.
El opinar es hacer problemas.
El defenderse es hacer problemas.
Hasta el respirar es hacer problemas.
La presencia en
sí, ya es un problema.
De niños,
a uno le hacen. Y le hacen por ingenuidad, por confianza ya
que los adultos tienen la autoridad y la “sabiduría”.
De grandes,
uno se deja hacer. Si uno decide ser
feliz, de adulto NO otorga el poder a otros para que le hagan daño. De grandes ya tenemos la capacidad analítica
de cuestionar, de dar fuerza a la voz interna y al escuchar que estamos “haciendo
mal” podemos preguntar- ¿SEGÚN QUIÉN?
Aprendamos a darle vuelta a las cosas. A no escuchar sólo lo que están diciendo, sino lo
que quieren decir. Lo que
transmiten. A escuchar lo que no nos
dicen.
Entendamos que cuando nos juzgan, están hablando de sí mismos. Se están juzgando ellos mismos al ver en nosotros
su propio reflejo.
En este mundo de adversidades y juicios externos luchemos siempre por tener la capacidad de
vernos a los ojos en el espejo y apreciar lo que vemos.
Sintámonos orgullosos de haber mantenido siempre la dignidad,
a pesar de todo. Uno es lo que piensa de sí mismo. Al uno quererse y poder
verse al espejo con amor sin importar lo que está pasando, VA A ESTAR BIEN.
Destruyamos esa cárcel mental. Aprendamos a soñar, a
trasladarnos mentalmente a ese mundo de buena vibra que tanto anhelamos. Ese mundo existe. Está dentro de nosotros,
dentro de nuestra mente y por lo tanto dentro de nuestro corazón. Levantémonos todos los días agradeciendo que
estamos vivos y carguémonos de amor y energía.
Los dejo con una imagen que durante mucho tiempo usé mentalmente todas las mañanas, cuando más
oscuro estaba, cuando más desolada me sentía.
Cada día, me levantaba agradecida y pasaba por la
gasolinera a cargarme de amor para sentirme querida, y me cargaba de energía
para enfrentar con buena vibra lo que me esperaba en el día.
Al final de cuentas, ¡NO HAY MAL QUE POR BIEN NO
VENGA!
La vida no
es los nos pasa, la vida es lo que hacemos con lo que los pasa.
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