Mi objetivo al escribir es expresar mi punto de vista de
ciertos temas que para mí han sido de gran ayuda. A través del tiempo aprendí que una sola
palabra puede transformar mi sentir y mi vivir, y más aún puede guiarme a un
camino de luz en vez de seguir caminando en las tinieblas. Si al compartir mis
ideas, alguien -uno solo- se beneficia
con mis palabras- cumplí con mi propósito.
Para mí que el escribir es una herramienta de
comunicación, no una profesión. Ha sido para tanto mí como para otros , muy
sanador y por lo tanto seguiré escribiendo hasta que Dios quiera.
En este mundo de dicotomía siempre va a haber gente
que lo quiere ver a uno surgir y gente que lo quiere ver a uno caer.
Sin embargo, como he dicho en blogs anteriores,” de
niño a uno le hacen – de adulto uno se deja hacer”.
-“Qué suerte que tuviste de haber nacido en los
sesenta”- me dijo un amigo el otro día, “hoy de fijo estarían dándote
ritalina”. Así es. Efectivamente en la escuela era muy inquieta, curiosa
según mi vocabulario. Quería saber el
por qué de muchas cosas, le pedía a los profesores que me explicaran, ya que yo lo veía distinto. Lo definían como que yo
los estaba cuestionando. Si lo ponemos
en esas palabras significa que se sentían amenazados con mis preguntas. Tal vez, porque no tenían las respuestas.
En muchos ambientes pasaba
lo mismo. Así que el preguntar era
cuestionar y por consecuencia… amenazar. Es más fácil y socialmente aceptado
definirlo como molestar. Con el tiempo
se aprende a “callar” para no
molestar. Como equilibrio natural se
aprende a observar más detenidamente. Se aprende a escuchar entre líneas y
especialmente a escuchar los silencios, que como en la música, los silencios son los elementos más
reveladores. Son los que determinan las pausas, los suspiros, los suspensos.
Sorpresivamente y sin buscarlo en mi adultez, de
repente me encontré en un ambiente que me preguntaban mi opinión y me
escuchaban atentamente. Me sentí por
primera vez BIENVENIDA de verdad y paradójicamente fue cuando daba clases y
compartía conocimiento en la cárcel de Puntarenas.
Es importante buscar y encontrar ambientes
en los que se puede hablar libremente y sentirse aceptado y bienvenido. No siempre es fácil encontrar gente que esté en una
frecuencia similar a la de uno y quiera compartir y escuchar, aún cuando piense
diferente.
Por ejemplo, se podría visualizar de la
siguiente manera. Imagínense que se han estado sembrando semillas de sandía en las
montañas frías por años y no germinan y
se trata de diferentes maneras y definitivamente no germinan. Podríamos pensar que las semillas no sirven o
tienen algún problema.
Sí, efectivamente existe un problema pero no en las
semillas. El problema es que el terreno
donde las están sembrando no es el apropiado.
Sin embargo, cuando las semillas son llevadas y sembradas en zona cálida
germinan fácilmente y cosechan sandías grandes y dulces.
Muchas veces uno cree que el problema es uno. En este trayecto de un ambiente a otro, mucha gente se queda atrás, unos pocos siguen acompañando y otros más aparecen y se suman a las aventuras.
Sin embargo, hace poco lo comentaba con una amiga
cercana y muy acertadamente me decía:
“Interesante que en la vida tenemos que ir buscando
brecha donde pertenecemos, donde encontramos el sentido de ser acogidos,
valorados y verdaderamente apreciados, sin ataduras forzadas y muchas veces, no
es lo que al principios nos dictó la vida.
Por eso tenemos que ser aventureros en nuestra propia vida, no
conformistas de batallas perdidas pero siempre caminando de cara al
infinito… Salirnos de la opresión
asfixiante de lo establecido nos hace volar”.
Así es. Encontrar
el terreno fértil de nuestro camino nos hace volar. Escribiendo he encontrado
también terreno fértil y apropiado que acoge mi mensaje, el contenido de lo
escrito y no tanto de la forma.
Les invito a
disfrutar del escribir como herramienta, a ver otro punto de vista y a buscar vuestro propio
terreno fértil. Así cosechamos todos juntos y tenemos un mundo mejor.
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